Nieve en el paladar (conclusión)

Conclusión de la pequeña trilogía de relatos de supervivencia de Gustav:

Primera ParteSegunda Parte

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“Siempre he sido alguien de ‘pelillos a la mar’. Nunca me he agobiado seriamente, siempre he procurado complacer a los demás y he evitado el conflicto en la medida de lo posible desde que tengo uso de razón. A diferencia de mi conflictivo hermano mayor, yo siempre he sido un gregario complaciente que prefiere resignarse a exponerse a la desaprobación o furia de los demás. Sin embargo, esta prueba de supervivencia ha servido para demostrarme cuan nimios eran mis miedos: miedos de sociedad, síntomas de las metrópolis. ¿Cómo puede un ser humano llegar a temer el rechazo, la burla o el desprecio? ¿Cómo de necesaria es la aprobación de los demás para sobrevivir en la ciudad? El respeto, el orgullo y la reputación son la fuerza, el alimento y el fuego de la montaña. Nos educan para apoyarnos en mecanismos abstractos que no nos aportan nada como seres vivos. Desde el primer día, creces buscando la aprobación de tus padres, el respeto de tus amigos, el favor de los poseen algo que necesitamos. Arrancado de los vicios de la sociedad, siento repugnancia ante los monstruos que nosotros mismos nos hemos creado, ni lobos ni osos, si no estrés, depresión, traumas. Necesitamos médicos para nuestras mentes y no para los golpes y mordiscos. Cuando dejé pasar aquel helicóptero fui consciente de lo que me escondía. No de mi vida, de mis padres o de mis profesores. Me escondía de mí mismo. Al fin y al cabo, el rival más poderoso al que jamás nos enfrentaremos somos uno mismo. Soberanos de nuestras almas, somos nosotros los que nos creamos obstáculos y nos arrebatamos oportunidades. Nos regalamos miedos que transformamos en excusas, y nos lamentamos por un destino que creemos que nos han impuesto, cuando en realidad, las cadenas actuales no son el dinero, ni las aspiraciones, si no las necesidades que nos creamos y nuestra fanática devoción por complacerlas. Somos escoria que ha olvidado lo que significa sobrevivir.

Por eso no quiero regresar. Por eso voy a permanecer aquí con Robert. Y mi peor enemigo será ese oso, y no ninguna beca, trabajo, familiar, obligación o responsabilidad. Mi único error será el de morir. Y moriré con un grito, como los que realmente se aferran a su vida por encima de todo, y no con un llanto, con una cuchilla en la muñeca o al borde de una azotea.

Sin embargo, antes de desaparecer definitivamente, viviendo cada uno de mis días con nieve en el paladar, de entre todas las personas, quería despedirme de ti. Porque de entre todos los síntomas de la vida en sociedad, hay uno que he sido incapaz de odiar, y ese es el amor. Te quiero. Por todo lo que hemos pasado juntos, por todo lo que nos hemos aguantado y lo que hemos compartido. Porque nadie como tú podrá comprender lo que siento en este paraíso helado. Porque has sido la única tentación que me ha hecho dudar en entregarme de nuevo a ese mar de puñales, y sobrevivirlo juntos. Pero como Robert, no sobreviviría si me sacarais de la montaña. Morí en aquella excursión, y ahora sólo soy uno más de los que disfrutan en secreto de este refugio natural. Te envío mis diarios porque quiero que sepas de mí, porque te lo debo. Pero esto es una despedida. Un beso.

Gustav”

Nadine dobló las hojas combadas por la humedad, que tantas veces había releído, y sobre las que tantas veces había llorado antes de tomar esta decisión. Allí estaba ella, al pie de la cordillera donde hacía casi un año perdió a la persona más importante de su vida. Había dejado los móviles en casa, había cerrado todas sus cuentas de correo y redes sociales. Había cancelado sus cuentas bancarias. Se había deshecho de todo. Nadine, cautivada por la libertad que describía Gustav, y consolada por la noticia de su supervivencia, había asesinado también sus cadenas. Llevaba mucho tiempo preguntándose si sería capaz de volver a amar e, incapaz de resolver esa duda, decidió huir a la montaña porque no soportaba la idea de que su amor quedara helado en un blanco infinito. Necesitaba estar ahí, con Gustav, y darle cada día el amor que no puede cazar ningún alma en soledad. Con sólo una mochila, y dos cartones de tabaco, se adentró en la montaña.

Acerca de greyshock

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